JAVIER MORÁN
09.06.2013 | 04:36
Entre lo mucho que se ha dicho o se va diciendo del Papa Francisco señalamos lo siguiente: que es un Pontífice con "serendipia", concepto en el que se mezcla, por una parte, lo inesperado y sorprendente y, a la vez, lo que surge de modo afortunado. En lenguaje castizo sería algo hallado por pura chiripa.
En sentido estricto, la "serendipia", según los americanos, es lo que le pasa a un científico que va buscando algo y descubre otra cosa. Se le atribuye a Albert Einstein el haber descrito con ese término algunas de sus grandes aportaciones a la ciencia y, en lo que nos pilla más de cerca, sería también lo que le sucedió a Cervantes, cuyo "Quijote" nacía como una crítica despiadada de la literatura caballeresca y acabó siendo una monumental novela sobre la condición humana.
Ha sido el jesuita Carlos Alemany, catedrático jubilado de Psicología en la Universidad Pontificia de Comillas, el que introdujo en España la intuición de la "serendipia" mediante varias obras de divulgación psicológica. De algún modo, se persigue fomentar el asombro ante la vida y ante el descubrimiento en uno mismo de aquello que no esperaba (la matriz americana de todo ello, con sus ventajas, posee también la condición propia de los estadounidenses: son los mejores divulgadores del mundo, pero mucho de lo que divulgan han de hacerlo previamente papilla).
En cualquier caso, Alemany habla en particular de "la cualidad de cambiar la realidad para hacerla más gozosa, más agradable y más bonita, pero no de una forma directa y controladora (típica de la religión), sino abiertos a la Gracia y a la novedad". Cuando un mes antes de la elección del Papa Francisco el portal "Religión Digital" le pidió a Alemany un perfil del futuro pontífice, el psicólogo planteó su ideal "serendípico", a saber, "un Papa que sorprenda a la gente", que "entregue regalos simbólicos que indiquen que algo empieza a cambiar, ya que el mundo simbólico es muy expresivo y puede ser entendido por gentes de diversos países y religiones", o que "escriba encíclicas cortas, conectadas con el rumiar de la gente y con un lenguaje directo y a pie de calle", o que "baje a la plaza y se mezcle con la gente".
Insistimos en que este perfil se escribió semanas antes de la elección de Francisco en el cónclave y si reproducimos algunos de sus trazos es porque, en efecto, el Papa Bergoglio da sobradas muestras de dichos postulados. No ha escrito aún una encíclica, pero sus homilías diarias en la capilla de la residencia Santa Marta son el género religioso más leído en este momento, al menos entre gran número de católicos.
Realmente, el Papa Francisco es un talento de la pastoral, del comunicar con unas pocas palabras una idea que entra por los ojos. Por ejemplo, cuando les dijo a las religiosas y mujeres consagradas que su condición no era la de "solteronas", esa imagen fue captada de inmediato por todo el respetable.
En cuanto a las notas de "sorpresa" por los hechos y dichos del Pontífice, o a su disposición para "mezclarse" con los fieles, no hay dudas al respecto.
Y por lo que respecta a la "serendipia", o a la chiripa, basta con recordar el curioso hecho de que la Conferencia Episcopal Italiana se congratuló por la elección de Angelo Scola en la misma tarde en la que Francisco acababa de ser elegido. De algún modo, la jerarquía italiana, y por extensión la occidental, perseguía el hallazgo de un Papa de su entorno, pero se descubrió el hombre llegado "casi del fin del mundo".
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