La corrupción ha
sido un azote de muchos regímenes en la región. Peor aún, últimamente varios
países latinoamericanos han caído bajo un tipo de regímenes que las ciencias
políticas modernas llaman cleptocracias, palabra derivada
de clepto (que se refiere al robo y por asociación a los ladrones) y cracia
(que se refiere al grupo que maneja un país). Estos regímenes están basados en
mucha corrupción pero son mucho peores que los que sólo son corruptos.
Un regimen es
cleptocrático cuando está manejado por un grupo de personas cuyo objetivo
primordial es el saqueo organizado del país. De acuerdo a científicos sociales
como Bruce Bueno de Mesquita, de la Universidad de Nueva
York, la estrategia de los cleptócratas es la siguiente: Primero, maximizan
los impuestos y el endeudamiento del
país. Segundo, monopolizan los ingresos por actos de corrupción de gran volumen
pagados por gente de afuera del gobierno. Nadie afuera del núcleo de la
cleptocracia puede aceptar coimas grandes a menos que lo autorice dicho núcleo.
Con estas dos acciones los cleptócratas optimizan su acceso a las fuentes
primarias de recursos.
Tercero, los
cleptócratas basan su poder no en dar beneficios al pueblo sino en comprar el
apoyo de grupos y personas que están en posición de influir decisivamente en la
política y en la vida institucional del país. Por eso, los cleptócratas usan
fondos del Estado para pagar coimas a cambio de apoyos incondicionales de
políticos, diputados, medios, periodistas, jueces y similares. Cuarto, como los
gastos incurridos en corromper el sistema político entero no pueden reducirse
sin que peligre el régimen, el botín de los cleptócratas sólo puede maximizarse
reduciendo los gastos que benefician a la ciudadanía.
Es por eso que los
regímenes cleptócratas tienden a maximizar los impuestos y el endeudamiento
mientras reducen los servicios públicos, las calles se llenan de hoyos, las
medicinas escasean, la educación empeora. Cada dólar reducido en los servicios
públicos maximiza su botín.
Así, las
cleptocracias son muy diferentes de los regímenes que sólo son corruptos. En
estos, la corrupción es incidental y fluye de afuera del gobierno para comprar
gente del gobierno. En el régimen cleptócrata, la corrupción es estructural y
surge del gobierno mismo para comprar a personas afuera del gobierno, para que
anestesien a la población y permitan que los cleptócratas se apoderen
permanentemente del gobierno entero. También hay corrupción que surge de afuera
del gobierno, pero ésta es controlada para que fluya hacia el núcleo de los
cleptócratas, para formar parte de la masa central de la que los cleptócratas
sacan sus gastos y su botín.
Una vez una
sociedad permite que se instale un régimen así se generan incentivos para que
cleptócratas tomen control de todos los partidos políticos y se alíen para
mantener un sistema en el que se pasan el poder de unos a otros, aunque ante la
sociedad se presenten como grandes enemigos ideológicos. Esto explica estas
extrañas alianzas en las que partidos de una ideología ayudan al gobierno de
otra ideología totalmente contraria a maximizar el botín.
La tragedia de la
América Latina es que, después de dos siglos todavía no se ha dado cuenta de
que este es el jueguito que los cleptócratas le hacen, y que no haya entendido
que lo que necesita para liberarse de ellos no es aumentar los poderes del
gobierno —que equivale a aumentárselos a los cleptócratas— sino limitar dichos
poderes, para forzar a los gobiernos a maximizar el beneficio a los ciudadanos,
no el botín de los cleptócratas.
Este artículo fue
publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el
5 de enero de 2012. Por Manuel Hinds, ex-Ministro de Economía del gobierno
de El Salvador.
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